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martes, 2 de noviembre de 2010

Las Vegas...

Tenía pendiente escribir esta entrada en mi blog. Unos cuantos días de irnos a Las Vegas, hicimos escala en Tlayacapan y al estar en el ya famoso local de cecina “El Sobrino”, se me ocurrió una invención que resultó sencillamente deliciosa: Una quesadilla recién hecha pero con cecina en trozos y longaniza, previamente cocida al carbón. Si, supo deliciosa como suena.



Pasando a otro tema, qué bien estuvo el viajecito a Las Vegas! Eso si, muy cansado estar yendo y viniedo de hotel en hotel, pues los muy atascados tienen fachadas de más de medio kilómetro, y el ir por debajo (muchos hoteles se comunican entre sí) es más cansado aun. La comida es muy buena, los buffets de excelente calidad, todo en cantidades monstruosas, impecables. Los hoteles pareciera que compiten unos con otros para demostrar quién puede ser más atascado, más perfeccionista, más ostentoso, quién puede más (los hoteles nuevos como el Palazzo, el Wynn, el Encore, sin dejar a un lado el Bellagio, el Mirage o el Cesar’s Palace). Luces y más luces. Todo es derroche. Oscurece y la gente inunda las calles con cerveza en mano. Los casinos de poca monta están abarrotados. En ellos, la ruleta está en $4 la apuesta mínima (no como en el resto de casinos, en donde te obligan a apostar $10 por ronda). Me siento un rato con $20. Casi todos solamente apuestan a rojo/negro o par/non. Pocos parecieran conocer a fondo las reglas. Yo tampoco las conozco, menos aun que mi estrategia de apostar a 6 números me la han tachado de ilegal y no válida por uno más de los tantos (por no decir miles) orientales que trabajan de dealers en los casinos. Aun así me mantengo sin perder. Volteo a ver a Moni, quien se ha ido al asiento de una tragamoneda a unos seis pasos y que tiene un semblante de pocos amigos. Está harta. No ha querido ni siquiera sentarse en la misma mesa y jugar. Entonces apuro mis fichas, arriesgando innecesariamente lo poco que había ganado, casi deseando perderlo todo. Los hados no me han sonreído este viaje y lo pierdo todo. Me levanto. La experiencia de haberme sentado en uno de esos casinos jodidones, donde todo está amontonado y medio sucio, con un Subway de fondo, con dealers chinos que medio hablan inglés, ha sido muy buena.
Como dicen, al final, la casa siempre gana. No he visto en todo el viaje a alguien que realmente haya ganado algo sustancial, alguna cantidad de más de 4 cifras. Los que más se emocionan, eso sí, son los que juegan dados. Solo que no entiendo muy bien sus reglas y siempre estaban abarrotadas las mesas. Creo que mejor iré al hipódromo y aprenderé a jugar ahí, en uno de esos lugares como Caliente o Yak. Casinos del Dr. Simi. Lo mismo pero más barato.
El Palazzo, ala nueva del Venetian, hotel donde nos alojamos, está llena de personas disfrazadas por motivo del Halloween. Los disfraces más originales que haya visto: Nacho Libre, un cúmulo de pitufos, los personajes de Street Fighter, hasta los mineros chilenos recién rescatados. En fin, toda una experiencia. Hasta la próxima!





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